La premisa de unos salvajes juegos donde 24 jóvenes se enfrentan a muerte en un desolado bosque hasta que sólo uno quede en pie y pueda regresar a casa suena por demás atractiva… Al menos en morbo. Hay que reconocer que Los Juegos del Hambre puede parece un rip-off descarado del filme japonés Battle Royale, pero la publicidad la ubicaba como la sucesora de Crepúsculo y una de las películas más esperadas del año.
Los Juegos del Hambre
Tenía rato que no veía a tantos medios electrónicos e impresos reunirse en una campaña tipo preaceptación y publicitaria como la que vi con Los Juegos del Hambre. Ni los millones de dólares en promoción que invirtió John Carter: Entre Dos Mundos le alcanzaron para superar a la maquinaria de expectativa en la que se estaba convirtiendo la película dirigida por Gary Ross.
Portadas temáticas, concursos para conocer a los actores, especiales en televisión y propaganda de todo tipo sobre Los Juegos del Hambre inundaban revistas, televisión y redes, como queriendo convencer en el subconsciente de todo cinéfilo que efectivamente éste tenía que ser el estreno del año.
Los primeros analistas en Estados Unidos la calificaban casi como una obra de arte, con un guion único y actuaciones de gran calibre. Era necesario ir a corroborar tanta magia ahora que se había dado su estreno en cines mexicanos.
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La obra de Suzanne Collins
En este punto es necesario recapitular un poco. Los Juegos del Hambre es una cinta adaptada del primero de tres libros de Suzanne Collins. La compañía cinematográfica Lionsgate compró los derechos para llevar a la pantalla grande la trilogía de la autora y muchos medios comenzaron a compararla con la saga Crepúsculo, y adelantaban que ocuparía su lugar en el gusto del público joven y de adultos jóvenes melosos una vez que se lanzara la última parte de los vampiros y lobos enamoradizos.
Ése era el tag line bajo el que querían vender Los Juegos del Hambre: “La nueva Crepúsculo“. Honestamente no sé cómo alguien quisiera promover su película de este modo, considerando que Twilight es una franquicia bastante mediocre.
En lo que respecta a la obra origina, A Suzanne Collins la crítica también le pegó duro; su obra multiaclamada parecía ser más una adaptación de Battle Royale (libro, manga y película) que una creación propia. Las comparaciones al final serán más obvias para quienes hayan tenido la oportunidad de ver la cinta japonesa basada en la obra del escritor Koushin Takami.
Ay, sí, es un reality show
Tras un intento de rebelión hace cerca de 75 años, la nación de Panem -surgida de aquel conflicto- organiza un particular concurso para conmemorar dicho suceso y de paso mantener controlada a la población de los distritos que alguna vez se levantaron en armas, un recordatorio de que ni los más fuertes pueden contra el gobierno del Capitolio.
Este evento consiste en que cada uno de los doce distritos ofrece dos tributos (un hombre y una mujer de entre doce y 18 años) para competir en un evento anual llamado Los Juegos del Hambre, una lucha a muerte entre los jóvenes seleccionados en la que al final sólo uno resulta ganador, todo en un terreno controlado por los organizadores que incluye trampas y reglas cambiantes.
Este combate tiene algunas peculiaridades, ya que en el fondo es un reality show transmitido a toda la nación y abarca desde que son seleccionados, pasando por su entrenamiento y hasta que son liberados para romperse las caras a unos a otros; pero en el camino está la importante parte de generar una buena impresión, ya que ser del agrado del público y los patrocinadores puede ganarles algunos regalitos extras para intentar superar a los demás participantes.
Para la edición 74 de Los Juegos del Hambre tenemos a Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), una muchachita experta en cacería que decidió ofrecerse como tributo voluntario para salvar a su hermana menor del sorteo, y a Peeta Mellark (Josh Hutcherson), el hijo de un panadero. Ambos representarán al Distrito 12.
Jóvenes en un bosque intentando sobrevivir y a la vez matándose unos a otros hasta que sólo quede uno… Mmm, parece interesante, es difícil que algo tan violentamente simple pueda terminar mal. Pero el director y todo el elenco de Los Juegos del Hambre se esforzaron para lograrlo.
El filme por momentos te da pistas de que algo muy grande está sucediendo tras bambalinas, un choque social que se acentúa con cada evento de este tipo. Desgraciadamente, fracasa miserablemente al querer sumergirte en ese mundo y lo único que verás de su pomposa nueva sociedad es que tienen dos estilos bien definidos para vestirse: drag queen o reina de la primavera.
Los Juegos del Hambre falla en contar una historia y en mantener el interés del espectador. La trama central es abordada tímidamente y los personajes son planos y acartonados. El director, Gary Ross, recurrió a algunos flashbacks para intentar contarte parte del pasado de los protagonistas, pero estos momentos resultan tan dispersos y mal encajados que en general, más que ayudar a la narrativa, confunden al espectador.
Por si fuera poco, las actuaciones no ayudan ni tantito. Leí algunas críticas en periódicos norteamericanos y todas resaltaban la labor histriónica de Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Elizabeth Banks, Lenny Kravitz, Stanley Tucci y compañía, pero la realidad es que todos hacen un papel poco menos que terrible. Los diálogos, para colmo de males, ayudan a resaltar la pobre capacidad de cada uno de los actores con frases bastante mamertas.
Estas líneas, junto con las incoherentes secuencias de acción y drama convierten en muchos ratos la experiencia en una especie de comedia absurda e involuntaria. Es una lástima. La trama -que pudo haber dado mucho más en cuanto a tratar temas como el poder del nuevo gobierno, los sistemas tributarios y el circo de la televisión para mantener a las masas controladas- se reduce a un cuento de amor entre el panadero y la arquera, y basta.
Juegos sin pena ni gloria
En cuestión de narrativa, al final, todas las piezas caen en su lugar, y los que desde el principio tienen cara de que se van a morir, se mueren, los que se van a enamorar se enamoran (o fingen hacerlo) y la 74ava versión de Los Juegos del Hambre termina sin pena ni gloria. Los giros en la trama son un chiste, porque cualquier desviación que tomen será para volver al camino inicial.
La mayoría de la chaviza cae muerta en situaciones ridículas, o peor aún, sobreviven en circunstancias aún más tontas. No se profundiza en nadie que no sea los dos protagonistas (y profundizar es un decir) y muchos de los participantes los verás en combate sólo un par de veces: la primera dura un minuto y la segunda como una fotografía de las bajas durante el día. Ni se diga del manejo del villano, sea quien sea: el presidente Snow (Donald Sutherland) es un viejito sin chiste y al final da lo mismo quién sea el rival en el campo de batalla porque sabes que va a perder.
El desarrollo de los personajes es tan pobre que ni siquiera alcanzas a agarrarle coraje al antagonista o aprecio al mejor amigo gay de Katniss, Lenny Kravitz en su papel del modisto Cinna. Éste hecho es más palpable porque la historia se empieza a tornar lenta de tanto preámbulo, pero a los cinco minutos de iniciado el torneo se mueren como un tercio de los tributos. Un momento muy decepcionante. Una película de este tipo siempre debe tener algún as bajo la manga para sorprender al espectador, pero la única sorpresa es que no hay nunca un recurso válido de este tipo.
Hasta el apartado técnico falló
La obra original tiene extensas descripciones de todos los elementos fantásticos y futuristas que se presentan en la ciudad capital, pero en el celuloide terminan siendo efectos especiales de película clase B (eso incluye avispas bionanotecnológicas, pomadas de la vaca “biotecnoaumentadas”, perros cruzados con pumas, trenes y naves espaciales tipo El Vuelo del Navegante), diseño de vestuario como de convención de Bratz y escenografía que se limita a árboles e interiores tipo MTV Cribs.
También notarás que de repente la cámara tiembla mucho; si fue un recurso estuvo muy mal utilizado y termina siendo más molesto que útil. La banda sonora pasará desapercibida, sin nada que suene a la tensión que supuestamente requiere algo tan intrépido como ponerse pomadas mutuamente, y en general está en el mismo renglón de los efectos especiales, es decir, un apartado pobre y hasta pareciera que sin esfuerzo.
De los actores, el único que se salva es Woody Harrelson en su papel de Haymitch, un antiguo ganador de Los Juegos del Hambre proveniente del Distrito 12 y que será una especie de mentor y promotor para los patrocinadores de Katniss y Peeta, aunque sólo logra que los ricos habitantes de Panem manden un ungüento y una sopa que parece aceite para carros.
El montaje dura 142 minutos de los cuales bien pudieron ahorrarse varios o acelerar todo el proceso inicial para darle cabida a conocer a los guerreros de Los Juegos del Hambre… pero eso era mucho pedir cuando la obra original tampoco da para mucho y parece más un fanfic de cómo le hubiera gustado a Suzane Collins que fuera Battle Royale que otra cosa. Esto hace que la película se sienta muy larga en momentos, quitando que no incluyeron algunas escenas del libro que sí hubieran enriquecido la historia, como el regalo de pan de parte de la gente del distrito de Rue o la aparición del padre de Peeta Mellark.
En resumidas cuentas y para cerrar la crítica de Los Juegos del Hambre, estamos ante un tremendo churro, que de alguna manera extraña ha ganado el favor de la supuesta crítica especializada, pero que cuando llega al espectador normal aterriza sin fuerza. El morbo se diluye a la primera media hora, las actuaciones son malas, la parte de la violencia es muy light y la narrativa se vuelve torpe, contiene demasiados, pero demasiados errores de coherencia y los personajes siempre ejecutarán la menos lógica de las acciones posibles. Si te apuraba que se pareciera mucho a Crepúsculo, despreocúpate, porquela única similitud que tienen es que las dos son muy malas en sus respectivos géneros.